
Una antología única.
La Yumba
Juan Guinot
Salgo de avenida Corrientes, encaro por calle Drago, freno: sirenas y bocinazos chillan a mi espalda. Voy con mi carro contra un auto que está estacionado. El camión de los bomberos me pasa bien finito, sacude los cartones. Un bombero, que va agarrado de una manija en la parte de atrás del camión, gira la cabeza debajo del casco, me enfoca con los ojos; miro para un costado.
En la vereda de enfrente, al pie del monumento a la Orquesta de Pugliese, el Loco Saúl me hace señas con la mano; quiere que cruce. Le digo que espere, le señalo Corrientes en dirección al cuartel de los bomberos. Atrás del autobomba, casi siempre, sale el camión con escalera y a ese mejor no ponérsele adelante, sobre todo, si sos un cartonero.
Aprovecho para tomar un poco de agua. Es de noche, el asfalto arde. Guardo la botella en el carro, manoteo la toalla. Al sacarla, se sale una de las puntas de la frazada marrón, la vuelvo a meter entre los cartones.
Me seco la transpiración de la cara y el cuello. Enrollo la toalla en la manija del carro.
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